martes, 6 de mayo de 2008

Un análisis de la clase obrera en el Estado español


Socialismo y República

Paco Puentedura

“La crisis siempre la pagan los trabajadores mientras exista el capitalismo”, así de tajante se mostró Manuel Monereo, de la Fundación de Investigaciones Marxistas, en las jornadas sobre precariedad y empleo organizadas por el PCE de Granada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada.



La tesis de Manuel Monereo parte de la base de que nunca en la historia del Capitalismo ha existido tanta lucha de clases como ahora como consecuencia de la crisis del paradigma Keynesiano-fordista. Este paradigma fue definido tras la segunda guerra mundial como un conjunto de medidas de intervención estatal en la economía, en un mundo gobernado bipolarmente. En ese momento se consagra la integración de la clase obrera como mecanismo para deshacer las fuerzas de la revolución lo que la convierte en un poder determinante en la sociedad como actor político y con un peso específico como clave para el consumo. La fuerza de trabajo, y su contraprestación el salario (que no sólo es un coste sino además una renta), se convierte en este paradigma en el mecanismo que regula las fases de sobreproducción del capitalismo. Asimismo el pleno empleo creó una situación de enorme poder de los trabajadores dentro de la empresa y de sus organizaciones sociales, los sindicatos.



Este modelo entra en crisis en la década de los 1970, teniendo como punto de partida el cambio del sistema monetario cuando el Banco Central de EEUU, en la administración Nixon, abandona el patrón oro y lo sustituye por el patrón monetario, bajo el dominio del dólar. Asimismo la crisis de este paradigma Keynesiano-fordista había tenido sus antecedentes políticos, concretamente con la revolución de mayo del 68 como consecuencia del grave conflicto de clases que se venía acumulando. La segunda pieza de la crisis de este paradigma es la crisis del petróleo que configuró una época de reestructuración del modelo de producción capitalista bajo el modelo neoliberal.



La piedra angular de esta reestructuración del capitalismo ha sido la pérdida de poder de los trabajadores. La libre circulación de capital en la Unión Europea ha impedido la dependencia de la demanda interna de los mercados nacionales y ha obligado a la competencia de los trabajadores entre sí a nivel internacional, quebrando así la labor de los sindicatos. Otra de las medidas de esta reestructuración del capitalismo dirigida contra la clase trabajadora es la creación de un paro estructural de grandes dimensiones que provoca una limitación de los derechos sindicales y provoca, frente al método regulador por el poder del consumo del modelo keynesiano-fordista, una contradicción insalvable entre el pleno empleo y el capitalismo, cuyo objeto es disciplinar a la clase obrera. A esto se le añade el resurgimiento de un empleo precario como gestión de la fuerza de trabajo como una mercancía de quita y pon, que la usa en el marco de un desempleo estructural cada vez más flexible. A esta situación se le suma la reducción del gasto social del estado, lo que reduce aún más la intervención de la clase trabajadora en el consumo interno.



En este modelo de crecimiento el capitalismo necesita, en esta nueva fase de dominio financiero internacional de la globalización, funcionar mediante burbujas. Este modelo de capitalismo necesita la especulación como mecanismo regulador de las crisis de sobreproducción en un momento de desarrollo tecnológico cualitativo. En este sentido es muy interesante analizar lo que ha ocurrido en España en estos últimos años. En nuestro país se ha producido un predominio del capital financiero internacional, como dispositivo para salir de la crisis económica de 1993. Del mismo modo en EEUU, en el año 2001 con el fracaso de las empresas de Internet, el Banco Central norteamericano inicia una carrera de descensos en los tipos de interés para la creación de una burbuja inmobiliaria que genera una capacidad enorme de consumo a las familias norteamericanas, pero también de endeudamiento, lo que ahora muestra su otra cara con la crisis de las hipotecas basura. Vemos como este nuevo modelo capitalista genera una doble contradicción entre el salario como coste y un problema de demanda efectiva, especialmente cuando las rentas cada vez son menores. Esta situación deja en una posición más débil a la economía productiva ante una crisis de sobreproducción que sólo encuentra como mecanismo para eludirla a través de la burbuja financiera. Pero esta burbuja necesita en algún momento adecuarse a la economía real y este es el momento donde se inicia este proceso.



Actualmente nos encontramos ante un problema de demanda efectiva, que se agrava con unos salarios que cada vez son más bajos, en un proceso de revolución tecnológica. Este fenómeno se encuentra acompañado con una nueva división del trabajo que se da en Europa, donde lo que le toca a España es la creación de un enorme sistema financiero inmobiliario.
Las consecuencias para la clase obrera de la reestructuración del capitalismo que ha sufrido España desde la crisis económica que comenzó en 1993 han sido varias pero cabe destacar cuatro grandes elementos. En primer lugar, la concentración de la riqueza (nunca ha habido tantos ricos como ahora que además no pagan impuestos). Las grandes empresas inmobiliarias entran en otros sectores estratégicos como energías y transporte. De este modo se ha conformado en los últimos años una oligarquía financiera que controla los sectores más estratégicos de la producción. En segundo lugar el descenso de nivel de vida y renta de los trabajadores, lo que no ha ocurrido ni siquiera con los últimos años del franquismo. Lo más paradójico es que este descenso se da en un momento de crecimiento económico donde España ha doblado los indicadores de la Unión Europea, y que ha sido acompañado de mayor reducción del gasto público y a pesar de haberse incorporado seis millones más de trabajadores al mercado laboral. Sin la precariedad esto no sería posible, ni siquiera el actual modelo de crecimiento por las transferencias de rentas que se han dado de los trabajadores a las grandes fortunas. En este modelo de crecimiento no sólo no ha bajado el paro, sino que no han disminuido los niveles de pobreza, y los indicadores de precariedad laboral se sitúan en alrededor de un 30% en España, y un 47% en Andalucía. La tercera consecuencia ha sido la crisis ecológica y social del país. El agotamiento de las condiciones ecológicas de nuestro país se han hecho muy visibles en los últimos años, los problemas del agua se han convertido en gravísimos y las urbanizaciones salvajes han esquilmado las costas de nuestro territorio, con la complicidad de políticos, Ayuntamientos y Comunidades autónomas. Y la cuarta consecuencia ha sido la reducción del sistema democrático a una democracia cada vez más formal y meramente electoral, el poder del dinero es tan enorme que todo lo corrompe. El dinero ha entrado como una metástasis en la vida pública.



La clave de este proceso de transformación ha sido el convertir a los trabajadores en una clase coartada y limitada con grandes dificultades para ser un sujeto político histórico. Mediante el prodigioso mecanismo de separar la concentración y acumulación de capital del poder específico de las rentas de los trabajadores en los mercados nacionales. Asimismo la estructura de los centros de producción ha cambiado, estas estructuras han centralizado su control desde el aparato financiero. Ya no son necesarias las grandes megaestructuras empresariales, las empresas se gestionan desde una red descentralizando el proceso productivo y bajo el control del sistema financiero.



La consecuencia evidente de este proceso ha sido la segmentación de la clase obrera, lo que en España ha tenido una especial incidencia sobre el resto de países de Europa occidental. Nos encontramos con una clase obrera central, que cada vez pierde más peso, con empleos estables y derechos sindicales, un grupo intermedio, que cada vez crece más de trabajadores precarios donde la inestabilidad laboral no le permite tener derechos sindicales ni políticos y otro grupo que emerge con fuerza que es el de los excluidos, del mercado del trabajo y también del mercado al no tener apenas capacidad de renta de consumo alguna.



La situación de la clase obrera en España tras este proceso puede definirse mediante cuatro elementos: El primer elemento una pérdida de peso de la clase obrera tradicional (no llega al 20% del conjunto de los trabajadores). El segundo elemento es que de cada 3 trabajadores 2 lo hacen en el sector servicios, una dimensión desproporcionada en nuestro país. El tercer elemento es una tasa de asalarización enorme (el 82% de la población activa) y el cuarto elemento es la situación de una clase obrera muy grande y heterogénea y muy segmentada socialmente. A modo de ejemplo, el 40% de los trabajadores son mujeres, el 40% son jóvenes, el 33% tienen titulación universitaria y el 18% son inmigrantes extracomunitarios. Es precisamente en estos grupos de población donde más se ceba la precarización de las relaciones laborales.



La correlación entre paro y precariedad, como mecanismos para disciplinar a la clase obrera, es estrecha. En el mercado laboral español los trabajadores precarios son la figura social más predominante, las estadísticas oficiales la sitúan alrededor del 30% de la fuerza de trabajo. Pero si a estos datos le añadimos la economía sumergida, el subempleo el 1.800.000 de trabajadores inmigrantes sin papeles y figuras como los trabajadores a tiempo parcial, que suponen alrededor de un 10% de la población activa, podemos decir que más de la mitad de los trabajadores españoles están en condiciones de sobreexplotación. Este marco de relaciones laborales afecta directamente a los derechos sociales y políticos de los trabajadores. Además de a las relaciones entre el movimiento obrero y la política.



¿Hasta cuando está situación? Para Manuel Monereo la actual crisis afectará a la estructura del sistema capitalista que conocemos en la actualidad, es una nueva crisis del modelo capitalista del cual aún no se conocen sus últimas consecuencias. En este sentido para Monereo es indispensable una reformulación de los instrumentos de la clase obrera como sindicatos y organizaciones políticas de para hacer frente a esta situación de una clase obrera cada vez más segmentada y heterogénea. Para ello conocer las estructuras de esta nueva fase del capitalismo que vivimos es fundamental, así como conocer como se desarrollan los mecanismos de la lucha de clases en nuestros días.

No hay comentarios: